Sóller está de moda y no es por casualidad. La pequeña ciudad que da nombre al valle en el corazón de la Serra de Tramuntana combina paisaje, patrimonio y buena oferta de ocio y restauración. Cualquier viajero que pase unos días en Mallorca no puede pasar por alto una visita a esta villa rodeada de montañas a solo tres kilómetros del mar.
Aunque el solo hecho de pasear por sus calles y plazas o viajar en sus históricos tren y tranvía ya es suficiente para recomendar la visita, vamos a destacar cinco sitios que no te puedes perder.
Las salas Miró y Picasso Ceràmiques, de la Fundació Tren de l’Art, se encuentran en Can Mayol, el casal que alberga la Estación del Ferrocarril de Sóller. Dos exposiciones permanentes con obras originales de los geniales artistas que pueden visitarse gratuitamente.
Es conocida la amistad que existió entre los dos pintores, la cual nació en París en 1920 en una visita de Miró a Picasso. La historia cuenta que en este primer encuentro el catalán obsequió al malagueño con una ensaimada mallorquina.
En la sala Picasso la muestra se centra en su trabajo en cerámica. Presenta 50 obras que representan temáticas habituales del artista: escenas mitológicas, naturalezas femeninas y sus clásicas tauromaquias.
La relación familiar de Joan Miró con Sóller -su abuelo materno era nacido en esta ciudad- motivó que los nietos del pintor decidieron ceder las obras expuestas en la Sala Miró como homenaje a su origen solleric. La exposición está compuesta por 35 grabados pertenecientes a las series: “Gaudí”(1979) y «Lapidari» (1971).
Desde la Estación del Tren de Sóller en la Plaza de España, siguiendo el recorrido del tranvía, llegamos al punto central de la ciudad, la Plaza Constitución. Esta plaza, habitualmente bulliciosa y ajetreada, se encuentra presidida por el edificio del Ayuntamiento y por un conjunto de edificios modernistas que le imprimen carácter: la iglesia de Sant Bartolomé y el Banco de Sóller.
La iglesia de Sant Bartolomé nació como un pequeño templo gótico poco después de la conquista de Mallorca por Jaime I. Durante los siglos ha sufrido un proceso de ampliación que culminó con la construcción de la fachada modernista que la hace única en Mallorca. El proyecto corrió a cargo del arquitecto Joan Rubió, discípulo de Gaudí.
La fachada del Banco de Sóller, que forma conjunto con la de la iglesia, también es obra de Rubió. El Banco de Sóller, como entidad financiera, nació a finales del XIX con el objeto de captar el capital de los emigrantes de Sóller que habían hecho fortuna en Francia y Puerto Rico.
En los aledaños de la plaza podemos pasear por el núcleo histórico, de calles estrechas y empedradas. Cerca también está el Mercado municipal de productos frescos y de la tierra. En la Calle del Mar se puede visitar el Museo de Sóller, dedicado principalmente a la etnología.
De la esquina norte de la Plaza Constitución parte el Carrer de Sa Lluna, una calle peatonal que constituye la principal vía comercial de Sóller. En ella abren sus puertas pequeños establecimientos comerciales que ofrecen diversidad de productos, entre los que destacan, para el viajero, los locales y tradicionales.
El Museo Modernista de Can Prunera, de la Fundació Tren de l’Art, se sitúa en el último tramo del Carrer de Sa Lluna. Se ubica en una casa señorial construida a comienzos del siglo XX bajo las directrices del art nouveau francés. El esfuerzo tenaz de los emigrantes sollerics en Francia y América hizo que algunos hicieran fortuna y quisieran reflejar, en su vuelta a Sóller, mediante la construcción de grandes mansiones. Así la familia de Can Prunera construyó el casal modernista sede del museo en la actualidad.
De por sí, el edificio ya merece una visita: sus formas sinuosas que imitan la naturaleza, las estancias con su mobiliario original de gran riqueza decorativa y el jardín con su exposición de esculturas.
En Can Prunera se expone una variada colección de obras artísticas cedidas en su mayoría por el hijo ilustre de Sóller Pere Serra, empresario y coleccionista. Incluye piezas de pintores universales de los siglos XIX y XX: Joan Miró, Toulouse-Lautrec, Paul Klee, Fernand Léger y Maurice Vlaminck, entre otros; también de excelentes pintores mallorquines o relacionados con la isla, como Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Joan Fuster, Eliseu Meifrén, Ritch Miller, Juli Ramis y Miquel Barceló.
Si el viajero quiere dar una caminata, no hay mejor lugar al que dirigirse que la vecina alquería de Biniaraix, de origen árabe. El paseo parte de la misma calle de Sa Lluna hacia las afueras de Sóller. Después de un recorrido de unos 20 minutos a pie entre casas rurales, jardines y huertos de naranjos y limoneros se llega a la singular aldea de callejuelas empinadas y empedradas.
Nada mejor para gozar de la placidez mediterránea que tomarse una naranjada natural o un típico pa amb oli en su pequeña plaza, frente a la iglesia. Así podemos recuperar fuerzas para volver hacia Sóller a través de la Huerta de Biniaraix o, si queremos alargar nuestro paseo, internarse en la montaña por la escalinata de piedra de Es Barranc o visitar el vecino pueblo de Fornalutx.
Es Barranc de Biniaraix está constituido por una larga escalinata de pìedra que, a través del desfiladero del mismo nombre, nos conduce desde Biniaraix a lo alto de la montaña. Catalogado como Bien de Interés Cultural, el paraje constituye una de las mejores muestras de la tipología constructiva de la “pedra en sec” (piedra sin argamasa) que se pueden encontrar en Mallorca.